A la caza de las auroras

Después de varias semanas de sol y calor (>5⁰), el invierno a vuelto de golpe a Islandia. Una gran nevada, la bajada de las temperaturas y el viento han vuelto a traernos las temidas ventiscas. De un día para otro, ha vuelto a cambiar el juego en el glaciar y volvemos a tener que andar con mucho más ojo del que ya acostumbramos llevar, pues la nieve tapa todo aquello que queremos evitar a toda costa. 

A pesar de ello, el paisaje vuelve a estar precioso, y ni qué decir de lo divertido que es el día que nieva.


Parece que estamos ante un segundo invierno aunque el calendario diga lo contrario, y ya se empieza a notar notablemente que los días son más largos. Dentro de poco, las noches empezarán a ser más cortas y las oportunidades de ver las auroras serán también cada vez menores.

Teniendo esto y que la prediccción era realmente buena para los siguientes días en mente, en una de las "excursiones" que solemos hacer al hotel de enfrente a tomar algo después del trabajo, convencimos al jefe para que nos llevara por la noche al glaciar con uno de los súper jeeps que tenemos, para verlas desde allí. No nos hacíamos la mínima idea de lo que íbamos a vivir.

A los dos días de esa "reunión", nos estábamos juntando tras la jornada, y mochila en mano, nos dispusimos a ir hacia la parte oeste de Breiðamerkurjökull (nuestra segunda casa). En unos 15' dejábamos de lado la carretera asfaltada de la ring road y empezaba una aventura de unos 30 minutos por una carretera, que la llamaremos así por llamarla de alguna manera, que nos tuvo zarandeándonos todo el trayecto. Tras esos 30 minutos, llegábamos a las puertas del glaciar. 

Me gustaría hacer un breve inciso para recordar algo que puede parecer obvio, pero que está bien tener en mente, que es el hecho de que un glaciar está formado puramente por hielo. Hielo por el que el plan era empezar a conducir un coche de casi 8 toneladas. Si pensábamos que el acceso al glaciar había sido movido, esto no había hecho más que empezar. 

Estuvimos conduciendo por encima del glaciar durante más o menos una hora. Fue una experiencia increíble. Cuando pasas casi literalmente los 7 días de la semana en un glaciar, eres consciente de lo resbaladizo que es, de los peligros que puedes encontrar en él, y el hecho de que se pueda conducir en él es simplemente una locura. Obviamente, no al alcance de cualquiera y me sentí muy afortunado de poder vivirlo en mis carnes. No todo el equipo estaba tan optimista durante el trayecto, he de decir. Sin embargo, el jefe nos dió una masterclass de conducción extrema. Mientras todos estábamos botando de lado a lado, él ni se inmutaba, no hubo un gesto de preocupación, ni un atisbo de duda en cuanto a la elección de la ruta, nada, como si estuviera conduciendo en una autopista recién asfaltada.

Ganamos unos 900m de altitud y llegamos a una especie de plateau, dónde pensamos que podría estar bien parar y esperar a las auroras. Nuestro gozo en un pozo. Llegaron las nubes. Aunque sí que pudimos ver que algo se empezaba a cocer allí arriba, enseguida el cielo se tapó del todo. 

Mientras esperábamos a ver si se abría alguna ventana, algunos de nosotros decidimos explorar un poco la zona. Nos equipamos y crampones en los pies y piolet en mano, nos dispusimos a subir (o ver hasta dónde podíamos llegar) una cima que teníamos en frente. 

La pendiente era bastante inclinada y había una buena capa de nieve, pero el avance era relativamente cómodo. Llegamos a una primera cima y después fuímos cresteando hasta llegar a dos cimas más. En ese punto nos encontramos ante una ascensión más expuesta, y teniendo en cuenta que no sabíamos a dónde íbamos y que era de noche, decidimos que no merecía la pena y nos dimos la vuelta. Estábamos contentos con lo realizado y la bajada fue muy divertida, con varias "croquetas" incluídas. 


Cuando nos reunimos de nuevo con la otra mitad del equipo, decidimos emprender con la vuelta a casa, ya que era relativamente tarde, las nubes no se iban a ir y al día siguiente había que trabajar, y si pensábamos que la subida había sido extrema, aún quedaba la bajada. Esta vez el jefe tenía puerta abierta, pues ya estaban las marcas de las ruedas hechas de la subida y no tenía que pensar en buscar la ruta, los botes que dimos en ese trayecto ya os los contaré otro día. 

Gracias por estar ahí.  

Comentarios

  1. Madre mía que pasada ,cuidadito eh? Se te ve en la gloria,la omnipresente🥰

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  2. Impresionante Guilleeeee

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