LAS CALLES DE THAMEL

Uno de los planes más recurrentes de estos primeros días en Kathmandu está siendo el callejeo. Perderse sin rumbo por las calles de Thamel es una experiencia en toda regla. Saber moverse entre la muchedumbre, todo un arte. Le vamos cogiendo el truquillo. 

Es curioso porque lo que en España nos sorprendería o asustaría como que te pase un coche o una moto muy (muy) cerca, aquí es la norma y he de decir que te acostumbras a ello. Ni siquiera molesta; es algo en lo que ni piensas. En cuanto a cómo moverte, no parece haber más norma de circulación que la de "apáñatelas como puedas". 

No recuerdo haber visto ningún semáforo y, a pesar de que hay algún paso de cebra en las carreteras más anchas, puedes hacer uso de ellos o no. Da igual. No hay mejor semáforo que uno mismo. 

Pues bien, si las calles de Thamel pueden parecer caóticas, no pueden ni compararse con las carreteras más anchas (de hasta 4 y 6 carriles), en las que la norma es la misma. Una locura. 

Así pues, entre vehículos de todo tipo, perros callejeros y gente pidiendo, ya sea para ofrecerte marihuana, un masaje o un trekking (curiosa mezcla), las calles de Thamel se encuentran repletas de tiendas de todo tipo de las que brotan todo tipo de olores y colores. 

Las calles de Thamel están siempre repletas de gente y ruido de bocinas y motores y pueden resultar fatigantes a veces. No obstante, no es difícil encontrar pequeños rinconcitos de paz en los que pese a su proximidad con las calles más transitadas, puedes llegar incluso a escuchar el silencio. Una gozada. ¿Mis favoritos? Los pequeños patios interiores que esconden pequeños templos Hindúes y estupas Budistas que frecuentemente están vacíos. 

Pagando un poco, también puedes acceder al "jardín de los sueños"; un pequeño oasis en medio del caos de asfalto y contaminación. 

Gracias por estar ahí.